El puzzle incompleto de la movilidad sostenible.

Por qué debemos tomar perspectiva y ver qué fichas nos faltan.

ana torralba
3 min readSep 19, 2019

Cuando saco a colación el tema de movilidad con conocidos y desconocidos, aparentemente “profanos” en la materia, enseguida me hablan de coches eléctricos, bicicletas y patinetes. Soluciones que nos ofrecen tantas (y cada vez más) empresas de este nuevo sector en auge, para movernos por ¿dentro de la ciudad?.

Y es que la micromovilidad opera fundamentalmente dentro de la ciudad, donde el patinete compite con el autobús y el metro, pero no con el coche. Y la bicicleta, lamentablemente para los creemos en ella como modo real de transporte, se utiliza minoritariamente como transporte al trabajo.

Actualmente toda esta oferta de transporte sostenible parece estar destinada a un perfil de usuario muy concienciado y comprometido con el cambio climático- o “a motivados como nosotros”-, como dicen mis hijas. Y esto hay que cambiarlo.

Respecto al coche compartido, pocos ciudadanos se plantean hoy en día la opción de que éste sea su modo de transporte habitual, bien por economía (resulta poco asequible para la gran mayoría de la población) o por falta de accesibilidad (nadie les garantiza que haya coches disponibles en su zona en horas de mayor demanda).

“Todas esas bicis y patinetes y coches eléctricos están muy bien para un hacer un recado o para un momento puntual-”-me dicen algunos- “Mi problema es llegar a Madrid. Vivo fuera y necesito coger el coche para llegar a la oficina”. También escucho que “trabajo en un centro empresarial a 12 km de mi casa que está fatal comunicado y sólo puedo ir en coche”.

Y no olvidemos a los estudiantes y universitarios que diariamente recorren varios kilómetros para llegar a los campus y todos esos padres que llevan a sus niños a colegios fuera de su barrio, usando, nos guste o no, el coche- por necesidad.

Ese “necesito” es importante. Ese necesito, totalmente subjetivo, es clave y se nos está olvidando a los expertos a la hora de diseñar soluciones y planificar estrategias para alcanzar esa visión de ciudad saludable y segura.

Porque, aunque la necesidad de esos miles de ciudadanos que cogen cada día el coche para hacer ir a trabajar o llevar a los niños al colegio no sea realista para nosotros, los “expertos” , es algo real para ellos. Y mientras sigan percibiéndolo así, no habrá plan, plataforma ni aplicación móvil que les motive para cambiar y dejar el coche en casa.

Y para convencer, hay que apelar al sentimiento, a lo que de verdad nos preocupa.

Ahí está la clave: en reformular el problema de la movilidad, empezando por escuchar a todos esas voces ignoradas que tienen necesidades distintas de las que estamos contemplando las instituciones y empresas. Igual nos sorprendemos y nos damos cuenta que estábamos solucionando el problema equivocado, ignorando soluciones obvias, o lo que es peor, creando problemas donde antes no los había.

Sólo así conseguiremos llegar a la movilidad como servicio, porque habremos puesto al usuario en el centro del problema, diseñando con él y para él. Y será entonces cuando sacaremos al coche de las calles de la ciudad y sus accesos, ganando ese espacio para el peatón y el resto de modos sostenibles.

Entonces completaremos el puzzle.

--

--

ana torralba

Mother of 3, disruptive, passionate about social innovation applied to climate change